"Cenizas de espera" de la poetisa Milagro haack



Sólo espero al amor para entregarme....
R. Tagore


La poesía es espera. En este libro y tejiendo desde el laberinto en donde se encuentra ella nos habla a través del deseo incorpóreo; Esa extraña potencia del espíritu que nos hace fluir hacia lo que aún no es, o ha dejado ya de ser. Y en ese centro que constituye la realidad presente vivimos esperando o añorando. La sed y el recuerdo, el deseo y la nostalgia, disparados más allá de nuestra mirada hacia la niebla, en donde también se precipita nuestro corazón.

Y es allí, en la tejedora niebla donde se cifra la espera. La belleza del mundo en espera de advenimiento inminente después del caos, La niebla de fuego, pero también la niebla que se constituye a través de la fusión de las aguas con el viento -lágrima y suspiro- y en donde aún no podemos distinguir lo que vendrá, aquello que esperamos o añoramos. La hermosa niebla que precede aquello que nos será revelado.

El filósofo Ortega y Gasset, decía que no hay sino anhelos; lo demás no existe; por lo menos no existe vitalmente. La realidad de que habla la ciencia es no más que una realidad pensada. Realidad viva únicamente la tienen los objetos cuando en ellos se prende nuestro deseo o nuestra nostalgia. El Universo es una azulada niebla uniforme, surcada tan sólo por nuestros mudos ardores, que se levantan como silenciosos cohetes de oro… que la sed es la sustancia del mundo, la sed, la sed, el deseo que nos hace vivir y revivir: sed de placer, sed de vivir y sed de morir.

La poeta en cambio espera. Entrará al lugar de la apariencia y se retirará para calmar la sed, sin caminos de regreso y llamándolo, llamándolo dentro de la sed -lugar de todas las ausencias, al otro lado del deseo- en lo más alto de las ventanas, vestida apenas con el perfume de su amado sonido, por si retorna... por si acaso regresa.

Entonces será llamada por la lluvia, aquella en donde el agua se parece tanto a la luz para establecer ese otro tejido de las aguas. Sabrá también del amor violento y fugitivo de los vientos y finalmente del mar, hasta llegar a la más alta tristeza.

Y he aquí la isla, el pie de isla, el fuego de isla, la naciente invocada isla. Surge aquí la concienciad del sí-mismo, de su firmeza, pero también de la muerte y de la soledad. La presencia presentida de ese joven arquero, que también desde su centro dispara la flecha que se aleja, y que algún día llegará de nuevo a su corazón. El retorno de lo ido que llega por los antiguos caminos del fuego.

Isla en donde la mirada se convierte en un aliento de faro, en donde los anhelos se estrellan envueltos en la oscuridad de una sola, solitaria, invariable ola, lejos, muy lejos del fuego que consume la noche, bajo una plegaria anunciada y la promesa de aquella madrugada embarazada de Dios.

El tejido de las aguas, el tejido de los vientos y el fuego en sagrada trinidad y en el centro, esta espera apasionada que se consume hasta convertirse en polvo, en ceniza: Ceniza de espera.

Pero aquí, la ceniza no es el símbolo de la muerte, ni de la disolución de las formas y su retorno a lo cifrado invisible. Tampoco se nos habla del simple polvo o de lo muy quemado por el fuego.

Se trata de la sacralización de lo muy puro, de lo que queda sobre el suelo sagrado y bendecido, después de la vívida disolución de los cuatro elementos, crisol en donde la poeta quebrando trozos de madera será de nuevo Isla, despojándose de todo para darnos su última ofrenda, desposada con el viento, sobre la orilla: su huella como una reliquia de arena.

Aquí su canto a la transformación, la metamorfosis espiritual que sucede a las cenizas, creciendo desde la raíz hasta los anillos superiores:

Alimento
desde la raíz
crecimiento en otro suelo
y
no callo su condición silvestre
amando
vuestra fluidez con sus hermanas semillas
cayendo la llama en velo fuego
que danza arando el cuerpo
con tu descorazonado
canto
que toca mi vapor escrito
bañando esta extraña paciencia
de esperar
Aro de Aguas
recibiéndomelos
el cabello extranjero con la misma reverencia
juicio por tierra de este sudario
humedeciéndolo
Sabio Amor

deseando la presencia del aire

En Anillos Superiores


Cenizas de espera y de esperanzas donde crecerá el árbol puro de la promesa. El silencio y lo inminente por llegar: Un navegante extranjero en pos de esa mujer de rostro hermoso y las bellezas del mundo que también esperan por nosotros, porque como decía Stendhal: la belleza es una promesa de felicidad, y lo que tiene de bello no es lo que tiene de real, sino lo que tiene de promesa...




Edgar Vidaurre

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