La psicología del deseo y la ruptura: Arquetipos y encarnaciones en el cine de Fina Torres




 

La psicología del deseo y la ruptura: Arquetipos y encarnaciones en el cine de Fina Torres

La mujer, desde la antigüedad ha manifestado en voz propia su imagen del mundo y su rol en él. Apartando a las antiguas griegas y los arquetipos femeninos de la Torah, la Biblia y otras cosmogonías, ya mujeres de carne y hueso pasando por la reina Leonor de Aquitania y su amor cortés, su hija María de Francia y su trova amorosa o la mirífica Christine de Pizan y su ciudad de las Damas como figura tutelar: una Sofía medieval que edifica con palabras, una María que enseña desde la luz del intelecto, una Lilith que no teme al exilio, lo ha hecho de manera contundente y conmovedora. Así, con estos antecedentes, ya en la modernidad y en la posmodernidad, el feminismo se desarrollará y se convertirá en una vertiente válida de acción y pensamiento con Simone de Beauvoir y otras mujeres notables. Con el surgimiento del cine o el llamado séptimo arte que integra, imagen, texto, música, drama y poesía, se ha constituido y existe una constelación de cineastas mujeres que han explorado la feminidad desde ángulos diversos: históricos, simbólicos, políticos, poéticos. Cada una ha tejido su mirada en el lenguaje del cine, revelando capas del alma femenina. Pero en esa constelación, resalta de una manera muy especial la luz de la cineasta venezolana Fina Torres con una narrativa anímica, arquetipal y al mismo tiempo profundamente humana que nos trae de vuelta el foco de la mujer como encarnación de ese principio femenino.

Como antecedentes de la obra cinematográfica de Fina Torres, sería indispensable hacer mención a la cineasta Alice Guy-Blaché y La Fée aux Choux (1896) o Dorothy Arzner con Dance, Girl, Dance (1940), Lois Weber con White Heat (1934) revelando tensiones sociales y morales desde lo femenino, Kathryn Bigelow con su bélico y visceral (The Hurt Locker), Ava DuVernay con Selma y A Wrinkle y la extraordinaria cineasta francesa Agnès Varda con Cléo de 5 à 7 (1962) como meditación sobre el cuerpo femenino, la espera, la mortalidad y la mirada masculina. Creo sin embargo y sin temor a equivocarme, que la visión de Fina Torres guarda una relación muy profunda con su contemporánea, la cineasta indocanadiense Deepa Mehta y su exploración de la feminidad, la espiritualidad y la justicia social, desafiando las tradiciones culturales y visibilizar historias de opresión, deseo y transformación, simbolizando su mensaje en una trilogía elemental: La Trilogía de los Elementos: Fuego, Tierra, Agua.

Las películas de Fina Torres configuran un universo íntimo donde el deseo, la memoria y la identidad femenina se entrelazan en una danza de ruptura y redención. Su cine, lejos de los discursos exteriores del Nuevo Cine Latinoamericano, se sumerge en el paisaje interior de sus protagonistas, revelando un leitmotiv psicológico que gira en torno a la emancipación del alma femenina frente a estructuras patriarcales, sociales y emocionales. Como espectador hombre, pero sobre todo como ser humano y poeta —esta reseña no pretende ser una reseña autorizada, ni yo un experto en la materia— siento poderosamente que el centro y la dinámica que gira sobre ese centro a veces centrífugo y otras centrípeto, o el leitmotiv psicológico que rige y se impone en toda su obra es la búsqueda de sí misma. Desde Oriana (1985) hasta Liz en septiembre (2014), Torres explora el retorno al origen como metáfora del autoconocimiento. En Oriana, la protagonista regresa a la casa de su infancia, enfrentando recuerdos fragmentados que revelan secretos familiares y pulsiones reprimidas. La narrativa circular, que rompe con la linealidad tradicional, refleja el proceso psíquico de rememoración y reconstrucción del yo. Este leitmotiv se repite en Habana Eva (2010), donde la protagonista, atrapada entre dos mundos —el orden y el deseo—, debe elegir entre una vida convencional y una existencia creativa. La psicología del personaje se articula como una tensión entre lo instituido y lo imaginado, entre el deber ser y el querer ser.

Me llama la atención y me conmueve la manera en que Fina Torres aborda los Arquetipos femeninos: la mujer que recuerda, la mujer que elige. Las mujeres de Torres no son víctimas ni heroínas clásicas. Son figuras liminales, en tránsito, que encarnan arquetipos como: La mujer que recuerda (Oriana): símbolo de la sabiduría ancestral, del linaje femenino oculto. Su memoria es poder, La mujer que elige (Habana Eva, Las mujeres arriba): representa la libertad erótica, la creatividad, el derecho a desear sin culpa, La mujer que ama a otra mujer (Liz en septiembre): rompe con el mandato heterosexual, encarnando el arquetipo de la amante rebelde, la Sofía que se atreve a mirar a Lilith. Estas figuras se alejan del estereotipo de la mujer sufriente o sacrificada. Son mujeres que se narran a sí mismas, que se reinventan, que se permiten el placer y la contradicción.

Pero me asombra aún más y me lleva a una profunda reflexión sobre la masculinidad actual —y la de siempre— el tratamiento de los Arquetipos masculinos: el otro que no salva. Los hombres en el cine de Torres suelen ocupar un lugar secundario, simbólicamente desplazado. No son salvadores ni antagonistas absolutos, sino figuras que revelan el conflicto interno de las protagonistas: El hombre ausente (Oriana): encarna el misterio, el poder patriarcal que ya no tiene voz, El hombre deseado pero insuficiente (Habana Eva): representa la seguridad sin pasión, el orden sin alma y El hombre que observa (Liz en septiembre): testigo del amor entre mujeres, símbolo de una masculinidad que no interfiere, que aprende a callar. Importante decir que estos arquetipos masculinos no son demonizados, pero tampoco idealizados. Su función es revelar el proceso de individuación femenina, como espejos que no devuelven la imagen completa.

De manera paralela a la piscología profunda de C.G. Jung y de las expresiones literarias sobre los arquetipos opuestos y a su vez complementarios de Ánima y Ánimus, como Mujeres que corren con los lobos de Clarissa Pinkola Estés o Juan de Hierro y una nueva visión de la masculinidad del poeta Robert Bly, Fina Torres construye un cine donde el alma femenina se despliega en sus contradicciones, deseos y memorias. Su leitmotiv psicológico es la búsqueda de autenticidad, la ruptura con lo heredado, la afirmación del deseo como fuerza creadora. Sus arquetipos, tanto femeninos como masculinos, son símbolos en movimiento, fragmentos de una cartografía emocional que invita a mirar hacia adentro…hacia ese otro plano más abarcante, que nos incluye y nos contiene, pero que a su vez nos traspasa, nos rebasa y nos lleva más allá de nosotros mismos.

 



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