"La Favorita" - sombra en la Seducción: política y poder. anotaciones sobre la película de Yorgos Lanthimos





Dentro de los talleres Luz y sombra de la seducción dictado por la Psiquiatra Isabel Fonseca en los Espacios GAC...

“El eterno femenino nos atrae hacia lo alto”, dijo el gran Wolfgang von Göethe. Con sumo respeto hacia el maestro, yo le agregaría a esta sentencia, que el eterno femenino también ejerce su fuerza de atracción hacia abajo…hacia la sombra, hacia el inframundo laberíntico del alma. Aquí quisiera hacer una observación etimológica de la palabra seducción. Como bien ha dicho la querida Isabel Fonseca, la palabra seducción o seducir proviene del latín seducere, donde el vocablo ducere (conducir), se mezcla con la raíz latina: dux, sacar desviar. Seducir es pues sacar del camino, desviar de lo recto y bueno. Esta etimología se basa en el latín como lengua religiosa cristiana, que en su momento histórico reflejaba y hacía hincapié en el pecado y la culpa como elementos oscuros del alma. Tal vez como complemento y para balancear los significados y hacerlos más amplios, podríamos revisar la etimología de la palabra griega Apoplanisi αποπλάνηση equivalente a la palabra latina seducere y que significa, prepararse, ejecutar el ritual personal y ejercer las artes de hacerse bellos para atraer, para ejercer una fuerza de atracción sobre otro, bien sea en términos de eros o por obtener otro logro u objetivo.

Aunque la seducción mutua y correspondida (hoy debería decirse “consensuada”) entre dos seres, por antonomasia ha sido asimilada como elemento constitutivo del amor o del eros, desde Eva y la manzana en los mitos hebreos, pasando por Circe, las ninfas y las sirenas de los mitos griegos, la seducción (por supuesto en las versiones masculinas) ha sido considerada desde sus orígenes más arcaicos como un artificio o elemento actuante de lo femenino, casi siempre desencadenante del mal: trasgresión, expulsión, exilio, conflictos, confrontaciones, tragedias, guerra y muerte. En estas versiones, la belleza de lo femenino como elemento seductivo es asimilado como la trampa o el vehículo por el cual se logra el objetivo casi siempre bajo la figura de la perversión del poder como objetivo en sí mismo.

"La Favorita" película del joven director griego Yorgos Lanthimos actualiza y al mismo tiempo recoge la antigua visión de la seducción como elemento manipulador y constitutivo de la perversión del poder, pero en este caso en una dimensión puramente femenina y más concretamente en la trinidad femenina y la interacción entre los personajes involucrados. Aunque existe el antecedente de los triángulos femeninos, como en el mito de Atenea, Afrodita y Medusa, (aquí se destaca la rivalidad y la complejidad de sus sentimientos, donde Atenea representa la sabiduría y la estrategia, Afrodita la belleza y la pasión, y Medusa la venganza), en este caso, la narratio toma los elementos del mito de Eris (Diosa de la envidia y la discordia) y la manzana como símbolo de la seducción o kalliste: ese deseo por ser reconocida como "la más bella" o en este caso "la favorita" recogido en la Ilíada del gran poeta griego Homero: Hera, La Reina de las diosas encarnando el poder, por una parte, y por la otra Atenea (lo racional) y Afrodita como generadora de eros. Interesante como en esta nueva versión se recrea y actualizan los arquetipos de la seducción como una dinámica exclusivamente femenina en otra Trinidad de mujeres: En esta recreación, la trinidad la constituyen la Reina Ana (el poder), y las jóvenes Sarah (lo racional) y Abigail (el eros), quienes en un tejido de intrigas palaciegas se disputarán el favoritismo de la Reina con el único objetivo de lograr poder.

En el mito original, la diosa Eris arrojó con el letrero "τῇ καλλίστῃ / para la más bella" la manzana dorada de la discordia  en plena boda palaciega de Peleo y Tetis, a la que no había sido invitada, con la intención de encender una disputa entre Hera, Atenea y Afrodita que terminaría llevando a la guerra de Troya.

En la versión contemporánea de otro griego exquisito, con las variantes del caso (aunque igualmente están en modo femenino el poder, el eros y lo racional imantados en el drama) no hubo necesidad de que Eris arrojara la manzana. La profunda herida emocional de una de las jóvenes llamada Abigail, quien a toda costa buscará resentida la reparación de su caída en desgracia (simbolizada en este caso por el lodo, tal y como titula el primer capítulo de la historia) ante su prepotente y racional prima Sarah, no dispuesta esta última a reducir la gran cuota de poder que ejerce sobre la Reina y por ende sobre todo el Reino.

Los elementos masculinos no tienen ningún peso en este drama de seducción, como no sea el de girar en torno a la guerra (esta vez no la de troya sino la llamada “guerra de la reina Ana” (1702-1713) entre Inglaterra y Francia). Un grupo de hombres de la corte, encabezado por el primer ministro defiende la continuidad de esa guerra y el otro grupo impulsado por el líder opositor la condena. Notable el paralelismo entre el episodio de Ares dios de la guerra, quien bajo la determinación de la racional de Atenea mantiene la guerra durante el día, mientras que, completamente seducido, se hace vulnerable e indefenso ante la belleza de Afrodita dormida en la oscuridad, con la influencia racional y calculada de Sarah sobre su marido comandante del ejército y los encuentros seductores bajo la sombra de la noche entre Abigail y el líder opositor para apaciguar la guerra. Los hombres de la corte, políticos y guerreros, no son ni siquiera objeto de seducción en sí mismos, sino en todo caso elementos a utilizar en el juego de la seducción de la Reina como detentadora del poder. Aun así, esta reina, es una mujer extremadamente frágil y herida: una niña perdida en la sombra que esconde su duelo en la intrascendencia del juego infantil. Aquí quisiera hacer una acotación importante: tanto en la dimensión puramente amorosa como en la política de la seducción, el eros no puede vivenciarse sino en la sombra. Psique tiene prohibido ver el rostro a Eros en la luz, y las conspiraciones políticas se ejecutan también en la sombra. La seducción pues tiene su origen y su destino en las sombras. Esa oscura belleza que Psique debe buscar como tarea asignada por afrodita en el inframundo y su Reina Perséfone, cuya candidez y doncellez es revocada por el rapto del Dios Hades, a través de la trampa seductora de unos narcisos.

Así pues, esta trilogía femenina a través del juego de la seducción y sus variantes, se van transformando e incluso diría que trasvasando sus roles. La emocional Abigail, se va haciendo cada vez más fría y racional (ve verdades en la sombra de la noche al igual que psique a la luz de una vela) mientras que a plena luz del día Sarah va perdiendo la luz de su racionalidad arrogante y no será ya capaz de ver cómo va perdiendo el juego de la seducción, sumida en las sombras de las dudas y en la confrontación inesperada para la cual no estaba preparada. Una se eleva a la luz y la otra decae en la sombra.

Para no hacer muy larga esta crónica, diría sobre el final inmenso de la película, que el epílogo que se erige como una de esas estatuas de las grandes diosas griegas, nos muestra la conmovedora transformación de la Reina, y el final del juego de la seducción cuando esta asume de nuevo el poder total, por la gracia de una de las fuerzas transformadoras más grande que tiene la vida en cualquier dimensión en que esta se produzca, se cree o se recree, la verdadera y mágica fuerza del eterno femenino: La cualidad de transformarse en madre, la fuerza vital y suprema de la maternidad. Esta Reina aniñada e infantil que había sustituido los hijos muertos por conejos, despierta con dolor a su transformación y hace consciente su cualidad materna al ver como La Favorita, pisa con la bota de manera fría y miserable a uno de los conejos. Así pues, la metáfora de la Reina Madre de su pueblo estará por encima y más allá del cuerpo frágil de la seducción para ser sustituido por algo más grande: el poder en sí mismo, el poder de lo femenino como expresión suprema de lo humano.

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