Tejido a cuatro manos...sobre el palabreo de Magaly Salazar y Sor Juana Inés de la Cruz - Ana María Hurtado
“Juana Inés de la Cruz, cuando contemplo
Las puras iluminarias allá arriba
No palabras, estrellas deletreo
Tu discurso son cláusulas de fuego.”
Octavio Paz
El prodigio del amor nos llega junto al prodigio de las palabras, a través de un hilo extendido entre dos mujeres de nuestra América: Sor Juana Inés de la Cruz y Magaly Salazar Sanabria, separadas por tiempo y espacio, pero unidas en el oficio femenino de la espera, de la trama y la urdimbre, del silencio sonoro, de la luz y la sombra, han tejido este libro sin tiempo, con la disposición poética de Andar con la sed.
Octavio Paz en su Oración Fúnebre para Sor Juana Inés de la Cruz (1995) se interroga diciendo ¿Cómo podemos rescatar a un escritor de esa eternidad de humo que es la fama? y agrega que la verdad verdadera del poeta está en su obra, y esto es lo que precisamente hace nuestra poeta Magaly Salazar Sanabria, cuando entrelazando su voz con la voz perenne de ese portento de mujer que fue Juana Inés de Asbaje, la rescata del humo y nos la muestra en una intimidad de ventanas abiertas y velas encendidas. Y para hablar de una, tendré que hablar de la otra, y a veces ambas se fundirán y no sabré dónde empieza una y dónde termina la otra. Prodigio de la palabra entrelazada que engendra una nueva poeta que siendo Juana y Magaly, es más allá de Juana y de Magaly.
Esa fina sensibilidad de las poetas les permite saber con el corazón que la belleza es un agua que se bebe, y que andar con sed es desear la belleza, tanto como la verdad y el bien. Platónica propuesta de esta sagrada trinidad, que desde la palabra se convierte en alimento, cuerpo y sangre, pan y vino. Sor Juana, que en su mente asume la belleza, pero que sólo “su corazón la bebe” ,es invitada por Magaly a este banquete, diálogo, palabreo, canción a dúo, plegaria polifónica, música de esferas, que nos permite el hallazgo magnífico: esa “certidumbre táctil del Señor”. Podemos entonces vislumbrar otra trinidad, las dos poetas tocando la piel cósmica del dios que siempre dialoga y escucha, interpela y asombra con la llama que ilumina los ”sentidos ciegos”, porque antes que calidez, para Juana, el fuego es iluminador, es sabiduría. Como diría Paz, Sor Juana Inés es poeta del saber, no del ver.
Sin embargo, ambas saben que el ardor que suscita el Dios Padre guarda un misterio ante el cual sólo es posible responder con hambre y sed… Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados. (Mateo 5:6)
“hambre
que provoca el convite de dios”
Y Dios ante todo se brinda como alimento, es el Teocualo, ese dios que siendo semilla de maíz en Mesoamérica, y que en el rito azteca donde Huitzilopochtli, representado en una estatua hecha de cereales amasados con sangre, terminaba siendo “comido” en prefigurada Eucaristía. La monja mejicana busca en este rito prehispánico y en otros las intuiciones precristianas que anunciarían el evangelio, al igual que lo hizo con la mitología griega la mística francesa Simone Weil.
Magaly intuye en su interlocutora que conteniendo al Dios padre, está una madre cauce, una madre que fluye desde la eternidad. Que en el deseo vehemente de entendimiento y de saber, hay un anhelo cóncavo de sabiduría: un cáliz -vaso espiritual, vaso insigne de devoción- advocación femenina de la divinidad intuida por Sor Juana en el mundo patriarcal que la avasalla.
decidió pedir prestada
la curiosidad
y nada más femenino que la curiosidad, nuestra poeta lo resalta porque preguntar al infinito es tarea de mujeres, nosotras que tejemos y destejemos infinitamente, que volvemos una y otra vez sobre el mismo punto de la esfera.
y
llaga y palabra más allá de la mente,
cercanía al cosmos y la sabiduría,
mano Divina.
La invocada Sofía- la Santa Sabiduría- ese aspecto femenino de dios que habla en el libro de los Proverbios:
Antes de los abismos fui engendrada;
Antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas.
8:25 Antes que los montes fuesen formados,
Antes de los collados, ya había sido yo engendrada;
8:26 No había aún hecho la tierra, ni los campos,
Ni el principio del polvo del mundo.
8:27 Cuando formaba los cielos, allí estaba yo;
Cuando trazaba el círculo sobre la faz del abismo;
8:28 Cuando afirmaba los cielos arriba,
Cuando afirmaba las fuentes del abismo;
8:29 Cuando ponía al mar su estatuto,
Para que las aguas no traspasasen su mandamiento;
Cuando establecía los fundamentos de la tierra,
8:30 Con él estaba yo ordenándolo todo,
Y era su delicia de día en día,
Teniendo solaz delante de él en todo tiempo.
En el mundo masculino patriarcal donde le tocó vivir, Sor Juana intenta acceder al conocimiento vedado a las mujeres, más sin embargo, se ve catapultada más allá o al más acá de la feminidad y allí en ese punto, ambas poetas se unen.
Sor Juana Inés confronta el universo;
la poesía es la imagen
de todo;
Magaly y Juana miran la poesía como imagen, un saber más allá de las palabras, que incluye la mirada de dios; así cuando Juana asimila el mito de Narciso a Jesús, cree entender que hay un dios que se mira en la imagen de la naturaleza, y se enamora de ella. Aunque teológicamente cuestionable, la aproximación poética la lleva a intuir que la naturaleza es la pareja de un dios enamorado: del Divino Narciso. Y de nuevo una trinidad donde amante, amado y amor se funden.
y dice Magaly
Su espíritu es espejo
del alma universal
volcado
en representación.
Acercarse a la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz con la sed de Magaly, con la sed nuestra, es acceder al mundo femenino, entonces relegado y desde allí de-velar y re- velar misterios.
“tras las rejas de la celda
la feminidad se le revela”
y no parece ser lo revelado sólo su condición de mujer, sino algo mucho más abarcante y total : La Feminidad como condición cósmica, como arquetipo. Magaly alcanza acá una profunda intuición poética: en sor Juana lo femenino no sólo se limita a su ser de mujer, sino ella descubre la condición femenina de la creación y del propio creador, pero tal descubrimiento debe permanecer en el secreto de la celda, a riesgo de ser juzgada, como de hecho termina siéndolo: juzgada y silenciada. Y desde ese saber de muchos místicos, desde ese descubrimiento de la feminidad, donde el propio dios es seducido por su creación es que adviene ese”nuevo modo de amar”, anticipado por Teresa de Cepeda y Juan de Yepes.
Y desde ese punto, “querer gustarlo todo” donde me hace evocar esa misma ansia de totalidad que expresaba la sutil Teresita de Lisieux, siendo aún una niña, o nuestra magnífica Ida Gramcko en su Plegaria: “Déjame sentirte, ¡oh infinitud, oh zona inmensa” y por esa misma vía, “es saborear la nada”, llegando entonces al aparente opuesto que es la nada, saborear los frutos de la nada, parafraseando a ese otro gran místico, el maestro Eckhart, o a la ya mencionada Simone Weil exclamando que el vacío es la plenitud suprema.
“Tu sed y ese corazón
no saciado
los colma
el Agua Viva
el Señor tenía
entre sus manos
el cuenco de beber”
Hay en Sor Juana ese deslumbramiento del “hallazgo en medio de la oscuridad”, lo señala Magaly y me evoca de nuevo el hallazgo místico de Ida Gramcko. Ellas son poetas de lo absoluto hallado en lo minúsculo o en la propia intemperie, místicas de la andanza y el hallazgo que tienen siempre esa actitud cóncava, similar a la de otro gran poeta, el último monje errante de Japón: Taneda Santoka, quien exclamaba: mi cuenco de mendigar acepta hojas caídas, poniendo en evidencia esa aparente fragilidad de la indigencia, expresada en hambre o sed, pero que es sobre todo anhelo y apertura, cántaro o cuenco abierto que espera la epifanía de un dios que es agua, semillas, hojas o frutos.
Para que sea posible el encuentro del Dios y el alma, la poeta nos dirá que
“entre los aleteos del amor y la psique
nace un silencio”
la poeta siente que Eros y Psique están unidos por el silencio, la oscuridad y la llama. “descubre la presencia en el descanso” -evocación del cuento de Apuleyo. El encuentro se da tanto en la inmanencia como en la trascendencia. Encuentro cósmico a la par que íntimo.
“hasta que no aparece dios
los altos escalones
son una conjetura”
Nuestra Sor Juana ha querido saber toda su vida, aprende a leer a los tres años, quiere a los siete ir ir a la escuela y a la universidad, aprende latín en treinta lecciones. mas al final se percata de que son sólo conjeturas, el saber más allá del saber está en la espera del advenimiento del dios en el silencio y en la oscuridad.
no sólo con los ojos ve
no solo con los oídos oye
El Dios es invitado solícitamente con la dulzura de aquella que anhela la llegada del Amado
llama hiéreme dulce
con tu mano blanda…
Pero estos versos también pueden ser la petición del propio amor a psique: el propio dios necesita la mirada del alma, la herida de fuego que psique deja en la piel deslumbrante de Eros.
Y con esa misma solícita dulzura Magaly invoca la presencia femenina en este delicado haiku con el que nos sorprende, a la par que evoca algún inocente villancico de Sor Juana:
En medio de la noche
la virgen pura
“¡qué más quisiera el jazmín!”
Imbuida de esa extrema delicadeza, los invito a que beban de este libro tejido a cuatro manos, que es cuenco con agua viva, semillas, susurros y cláusulas de fuego.
Ana María Hurtado.
Aproximación al poemario Andar con la Sed de Magaly Salazar Sanabria.
Mayo 2016
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