Poemas de una psicótica: La flor de la conciencia en Ida Gramcko - Por Anamaría Hurtado
Algunos no ven la palabra, aunque la miran,
otros aunque la oyen, no la escuchan.
Pero a algunos se les da como una amante y refinada esposa
se entrega a su hombre
Rig Veda. X, 71.4
otros aunque la oyen, no la escuchan.
Pero a algunos se les da como una amante y refinada esposa
se entrega a su hombre
Rig Veda. X, 71.4
Si bien en todo poeta la palabra es esencial, en la
polifacética Ida Gramcko (1924-1994) se entroniza como un evento salvador. La
palabra en ella es el espacio donde confluye su poderoso y a la vez delicado
mundo íntimo con la vida, en términos de pálpito universal. Ida con su inmenso
pulso creador intenta, a través de la articulación de la palabra, transformar
lo efímero en eterno y trascendente, y una vez que ha intentado asir lo
perdurable, verifica la reaparición de la amenaza permanente de la pérdida, y
el anhelo que regresa por lo que permanece. Afirmaba: "Existir, no vivir. Nos ha costado tanto no ser vida". Pareciera que en ella el existir cabalga
incesante sobre la vida y es la palabra un instrumento mágico que permite el
advenimiento del Existir. El ser poético de Ida es existir, por eso en ella
vida, existencia y poesía son indivisibles. El
recuerdo infantil de una pequeña de tres años dictándole a la madre un
poema, nos prefigura su devenir poético. En su jardín (que será siempre
metáfora en ella) es testigo del florecer de un lirio, ella corre, se golpea y
dice que tiene algo en la cabeza – “tengo
una cosa aquí”, señala- y necesita
decir “eso”. El caso de tal
precocidad es asombroso, no sólo por la profundidad poética en la imagen
percibida, sino por la prodigiosa utilización del lenguaje para transmitirla:
en esas matas de verdosas hojas
como un alma blanca surge un lirio encantador
(Anécdota citada por Gabriela Kizer
en la biografía de Ida Gramcko. El Nacional, 2010)
Además de una deliciosa anécdota infantil que
asoma en el episodio del lirio, ya se anuncia en Ida una definitiva visión
poética: un golpe, algo que desde
dentro pugna por salir junto a la urgencia por atraparlo. Parece entonces que se hubiera golpeado con el propio emerger del lirio.
Recordemos a Chantal Maillard, al referirse a la mirada de la infancia: “¿Qué fue de aquella inocencia en la que la percepción, lo percibido y
quien percibe era uno y lo mismo? (...).El largo camino que desemboca en la
intuición mística ¿no será acaso el de un retorno a cierto estado de la
infancia?”. Ida- niña es el lirio que emerge, su alma emerge con el lirio o emerge en el lirio. Esa es la vía
mística por la cual la poeta transitará durante su existencia.
Ida insiste en sumergirse
en un universo vital, desbordante, insólito, barroco, casi delirante de
palabras, que intentan dar forma a lo que en inicio es inefable. Ese ardor constreñido en la potencia oscura de su espíritu la impulsa
hacia la luz, intenta un camino de
iluminación desde la sombra, pescando de dónde viene la luz., y la luz en Ida
es la palabra.
Todo ello nos sirve
de preámbulo para aproximarnos a un libro único: Poemas de una Psicótica (1964). El dar cuenta de experiencias límites
de sufrimiento psíquico ha sido tema recurrente en los poetas. Sin embargo, en
el caso de Ida Gramcko, quien es una persistente buscadora de la trascendencia-
de lo “inmenso que cabe en el ala de los
pájaros”- su experiencia psicótica se convierte también en un camino para
llegar a la expansión de la consciencia e iluminación mística. Mas sin embargo,
su misticismo es paradójicamente oscuro e inquietante, emparentado en sus
raíces con el de Santa Teresa de Ávila, y con influencias diversas de William
Blake, el Conde de Lautréamont y Rainer María Rilke, entre otros. Para Ida la
vivencia poética no es un fenómeno intelectivo, aunque se valga de la
utilización desmesurada del lenguaje, rebosante de imágenes, metáforas y
numerosos recursos técnicos, su poesía no es medio de expresión sino un
instrumento de interpretación del mundo
en su totalidad: interno y externo.
La experiencia psicótica de Ida, transcrita en clave, nos coloca como
espectadores de un proceso creador avasallante, por ello lo importante no es
quedarnos en la patología, sino agudizar los sentidos, dejarnos inundar de sus
palabras y acceder a ese universo en expansión, que constituye el mundo de
la poeta. Ida Gramcko, en su intento de simbolizar
la experiencia, consigue legarnos una de las más bellas y originales piezas
poéticas. En ella nos describe un sufrido y portentoso tránsito interior desde
sus profundos abismos hasta hallar en el
Casi
Silencios el espacio de una conciencia extensa y anhelante. En el
prefacio del libro nos anuncia su estructura, Diablos, el Ángel y el Espectro
pertenecen a la psicosis padecida, y Plegaria, Casi Silencios y lo Máximo
Murmura
los considera los poemas de su curación. En ese conmovedor preámbulo anuncia
cómo la palabra se constituye en sanadora. El tránsito del libro es una
experiencia dolorosa y abarcante donde Ida al final halla ese lugar donde:
Las aguas se hacen claras.
Al fondo, lentamente, las piedrecillas
hallan al fin sitio. I encima de las
aguas,
flota una flor entreabierta: la
conciencia.
La psicoanalista junguiana Marie
Louise von Franz propone que luego de experiencias
psicóticas, advienen en la psique individual imágenes equivalentes a los mitos
de creación colectivos, lo cual permitirá
la re-creación del mundo interno que se desmoronó tras el episodio. En
el caso particular de Ida, la psicosis es transmutada por una psique que
siempre ha estado atenta al proceso interno creador, un alma que ha crecido y
ha sido cincelada con la palabra. Ella
ha estado alerta a sus oscuridades, las reconoce, “los diablos están ahí, no se los
invita”, y ante esta presencia oscura exclama: has de recibirlo y acaso
darle de tu pan porque ya se ha adueñado de ti misma y tú sientes por él algo
más crudo que el silencio: el miedo.
A través de su correspondencia
personal, describe su enfermedad lacónicamente como un no pisar tierra firme,
estar abrumada de percepciones y por una pérdida del significado que le impedía
utilizar la palabra. La enfermedad le compromete seriamente su capacidad
creadora y su escritura, hasta que pasados unos años la retoma a través de este
singular libro, donde al igual que en el jardín de la infancia, emerge la
poesía- como un alma- que siempre la
habitó:
“Me alegra saber que, aún durante el
sufrimiento de mi enfermedad, yo continué siendo poeta.”
Retomar
a Ida Gramcko en estos tiempos de estrechez es intentar con ella vislumbrar la vasta
multiplicidad de la existencia y sumergirnos en un siempre renovado mundo donde
la Palabra se nos entrega como una amante
y refinada esposa.
Anamaría Hurtado
15/10/2015
Comentarios
Creo, igualmente, a partir del artículo, que la poesía latinoamericana ha descuidado este tipo de caminos, por lo que no resulta soprendente la discreción que mantiene la obra de IG o de otros poetas venezolanos que han explorado los abismos.
de inagotable intimidad creadora.
No es perder cuerpo, es descubrir un centro
mayor que lo interior que nos demora.
Estar afuera, a pleno sol, al viento...
La noche ya no es más la mediadora,
pues nos une a través de un mandamiento
de sombra impuesta que se ve o ignora.
Escogida es la unión desde lo intenso.
Vivo nivel estalla con la aurora
y enlaza lo profundo con lo inmenso,
pues cada ser deviene lo que añora.
Y queda un solo ser, un gran suspenso,
mas el hombre lo sabe y lo atesora.