La Opera...pasión integradora


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"Tragedia" viene del griego τραγῳδία (tragodia) compuesta de τράγος (tragos =chivo) y ᾠδή (oide=oda, canción), o sea "Canción del chivo" o el grito del chivo con un sonido profundo penetrante, seco... Es esa voz que surge desde lo más hondo…voz dramática, intensa, oscura. El quejido del cordero el quejido de la cabra. En su sonido Dionisio simboliza el retorno y la validez de los elementos emocionales y profundos del hombre, como elementos unificadores y vinculantes… la luz define, delimita, separa. Sin embargo las sombras unen integran, diluyen. No se habla aquí de una imagen estática del alma… el alma es recorrido, es experiencia… es el viaje, la perdida y el encuentro en una síntesis. Por eso el hombre debe entender que su cuerpo, su alma, su razón y su emoción, son un todo integral y dinámico, con infinitas correspondencias entre sí y además conformadoras todas de su potencia creadora y recreadora. Mas, esto solo se puede entender y visionar a través de los aspectos emocionales, anímicos y vinculantes del ser humano y jamás podrán se asimilados si partimos de los elementos delimitantes, separadores, conceptuales y fragmentadores del hombre.
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Solo en la sombra se puede ver el alma… solo allí emerge el sonido del centro, del árbol, del esplendor. Frenesí y calma, éxtasis y orden, rapsodia y armonía. Fue Nietzsche, quien eligió los términos Apolíneo y Dionisíaco, para representar los dos impulsos centrales del alma de los hombres griegos. Apolo simbolizando lo ordenado, lo moderado, lo proporcionado, lo racional, lo comprensible y lo claro en su estructura formal. Dionisio, contrariamente simbolizando todo lo maníaco, estático, irracional, instintivo, emocional es decir todo lo que tiende a sumergir al Yo en un todo mayor.  Es sin embargo este sumergirse en lo más hondo lo que nos permite ver de manera total. La verdad solo tiene sentido si se expresa con el alma, con toda la trascendencia que le otorga la pasión y la emoción. De allí también la necesidad de representar y repetir ritualmente estos procesos a manera de misterio (es decir en la sombra)

La emoción será entonces nuevamente sagrada, pues es ella y solo ella quien nos vincula con el todo como debe ser… es decir con toda el alma. La contundencia y la veracidad de esta fuerza le dará sentido y equilibrio a todos los aspectos del hombre en sí mismo y su vez a este con todo su mundo en una correspondencia que tiene por ello un alto sentido dramático y religioso. Esta entrega pues a las verdades emocionales, ese sacrificio gestual en medio de la danza con los ojos cerrados, expresará todo el sentido del sacrificio de Dionisios, para covertirse en el ritual mistérico en honor a su símbolo. Allí nace la representación del drama humano… el despliegue de la tragedia como aquella trascendencia humana sobre cualquier contingencia. El alma que permanece y al mismo tiempo se transforma en ese recorrido descendente-ascendente, para cumplir con todo el ritual del destino humano… incluyendo a la muerte.
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Para representar el drama antes descrito, la escena se recomponía en los teatros levantados en las inmediaciones del templo del dios. Los actores y rapsodas eran considerados por los sacerdotes, personajes inviolables y sagrados. Dionisio era la divinidad protectora de la vida y símbolo del placer, el dolor y la resurrección. Durante la época de la vendimia en su honor se cantaban a coro distintos himnos llamados ditirambos. En los poblados y en las plazas, donde el público danzaba, 50 coreutas hacían una ronda alrededor del altar. Representaban a los “hombres corderos”. Allí pues, se reproducían los procesos de alejamiento y rompimiento del hombre con su alma, y como ese evento impactaba a la humanidad entera. Pero no era el sucumbir del alma, pues la pasión y la trascendencia de sus verdades más ocultas, eran aún más inexorables que el destino… prevalecían sobre él superándoles  moral y espiritualmente.

Epidauro, uno de los más antiguos teatros levantados en honor a Dionisio, fungió también de sitio de peregrinación para la purificación del alma a través de la sacralización de la pasión. En un principio era solamente el canto o el lamento del cordero o de la cabra que se ejecutaba con los ojos cerrados y una danza creciente y circular. Sólo se trataba de una ceremonia mimética, pero con el correr de los años, las representaciones fueron evolucionando y la magia del disfraz y la máscara enriquecieron la puesta en escena. Cuando los actores interrumpían sus lamentos para tomar aliento, se introducía entre las estrofas el “solo” de un recitante. A partir de esta primera innovación, ya no sólo se conmemoraba la pasión de Dionisio, sino también, todos los rasgos de la transito apasionado, que eran interpretados por gemidos que emitía la concurrencia a modo de acompañamiento. Esta ceremonia recibía el nombre de “coro cíclico”.
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El hombre ha dirigido nuevamente su atención hacia su propio mundo interior. Hacia las fuerzas creadoras de su inconsciente. Gracias a esta búsqueda de lo intrínsecamente humano hemos podido entender la trascendencia y la belleza de la tragedia humana a través de las tragedias griegas, como epílogo humanamente accesible de los primeros rituales mistéricos sobre la relación de la luz y las sombras del alma. En el año 334 a.C. Aristóteles postuló que la tragedia (mediante una serie de circunstancias que suscitan piedad o terror) es capaz de lograr que el alma se eleve y se purifique de sus pasiones. Este proceso, que se denomina “catarsis”, es la purificación interior que logra el espectador a la vista de las miserias humanas. El fondo común de lo trágico será la lucha contra un destino inexorable, que determina la vida externa de los mortales; y el conflicto que se abre entre el hombre, el poder, las pasiones y los dioses… donde todo termina, todo se destruye, menos el alma y su poder regenerador y su capacidad de renacimiento perpetuo…Este es duda el origen de la ópera, (labor, trabajo, esfuerzo por integrar, por unir a través de la emoción…de la pasión)
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En la Ópera pues todo se integra, el cuerpo y la voz, el desplazamiento corporal y el desplazamiento aéreo, la música, el peso y lo leve, la ley de la gravedad y la ley de la levedad, lo visible y lo invisible. Arte total en donde con el tiempo se incorporará, la palabra, la poesía, la luz, los tonos, el escenario, la decoración, la danza y el balet, la actuación, la pintura, la escultura, la coreografía y recientemente los efectos electrónicos, lumínicos proyectados, el cine y el video.

Tal vez podríamos decir que desde Jacopo Peri y Monteverdi, hay algo que persiste, que siempre ha persistido, que es inalterable, así como también podríamos decir que hay algo que ha crecido, que se ha expandido, que ha mutado y transformado. En todo caso y sin duda ha sido la península itálica el corazón en donde todo ocurrió, y sigue ocurriendo, desde donde todo se ha expandido hasta nuestros días. La Camerata Fiorentina retoma los textos y los mitos de la tragedia Griega, siendo el mito de Orfeo y Eurídice la primera gran Opera que se compuso en la versión del gran Claudio Monteverdi. 
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Este mito es el ejemplo perfecto de aquello que ha perdurado en el tiempo pues desde esa primera ópera, hasta nuestro días, no solo se sigue representando en su versión original y primera, si no que sin importar las múltiples miradas, los múltiples sentires, si fue en el Renacimiento, o el Barroco, el Bel-canto, los franceses, lo alemanes, los ingleses etc, los sucesores de Monteverdi hasta nuestros días han replicado su visión y su versión del mito, manteniendo ese espíritu de síntesis e integración de todas las artes.
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La ópera pues es italiana desde su nacimiento, su nombre y su despliegue. He aquí entonces lo que crece, lo que se dinamiza de manera expansiva y permeante o abarcante. De la tragedia Griega, de los coros de las bacantes, de las actuaciones, de la danza, de las máscaras del teatro griego, surgirán los madrigales y las arias, inicialmente de manera íntima. En espacios pequeños, casi místicos o iniciáticos. Quien haya escuchado “El lamento de la ninfa” de Claudio Monteverdi entiende el vínculo inmediato y contundente entre la tragedia griega y lo que se sintetizará en la ópera. De la refinada y exquisita Firenze, el ánima operática se expanderá a Venecia para asimilar el gran teatro y el gran público al evento anímico y artístico en donde logrará su expresión más acabada en las óperas de Vivaldi compuestas casi todas para su huérfana más amada: Ana Giraud… Su expansión hacia Francia por ejemplo, sucede por el gran Jean-Baptiste Lully que sin embargo era italiano, y, aunque se usa el francés como idioma de los textos, todos los arquetipos y formas son italianas, vinculando su esfuerzo de una manera clara y expresa con la tragedia griega al bautizar su colección de óperas con el nombre de “Tragedie en musique”, nombre que mantendrán casi todos los compositores franceses de la época como Jean-Philipe Rameau. 

Gluck, que era alemán, escribe sus óperas en idioma italiano, e influye poderosamente también en Francia y Alemania, en donde hasta el hito Mozart la ópera se hablará y sentirá en italiano. Lo mismo ocurre con Handel, que siendo alemán escribe sus primeras óperas en italiano, adoptando de manera absoluta, ese espíritu, ese aire mediterraneo de la península. De Handel en su etapa inglesa, surge el gran Purcell quien si bien establece en sus óperas el sonido y el canto en inglés, sigue manteniendo sin embargo el refinado arte de las primaveras italianas (por no decir venecianas), y todo el tinglado psicológico-arquetipal de los mitos y de la tragedia griegos.
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